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En la mayoría de las opiniones unánimes, la inclinación de aquellos que tienden hacia la espiritualidad y hacia la fe, es sentimental; es decir, al imitar al padre y a la madre, la influencia del medio ambiente o los efectos de las persuasiones sentimentales y sus emociones, como consecuencia de observar sucesos tales como los prodigios de los santos Divinos y algunas ceremonias religiosas, o como la oración colectiva, la peregrinación, los duelos, las festividades y los cumpleaños, tienden hacia la espiritualidad y se vuelven deseos de la religión y de realizar sus ritos. Si por una parte, esta tendencia continúa a través de la repetición, la atención y más práctica y, por otra, se hace acompañar de la adquisición de los conocimientos Divinos y más conocimientos en el campo de la religión y los beneficios de las espiritualidades en el mundo y en la otra vida, llegando al grado que esa persona no peque, en los momentos en que puede caer en pecado, ahí donde la mayoría cae, como cuando se llega a obtener un puesto, riquezas y deseos, y tenga también el poder para controlar su alma en esos momentos y situaciones, y bajo ningún precio acepte dejar las obligaciones o abandonar los reuniones espirituales, esta tendencia sentimental de él se convierte en una tendencia real que es muestra de penetración de los asuntos espirituales en el alma y en el corazón. De lo contrario tal y como apareció en busca de lo sentimental y reaccionario, cuando se presenta una duda, u otro sentimiento o reacción, desaparecerá y no perdurará. La filosofía de la mayoría de las pruebas Divinas es así para que se evidencie a la misma persona si su fe y demostración de Islam es superficial, sin fundamentos y sentimental, o es real, fija, verdadera y fundamentada, que bajo ningún precio lo perderá, inclusive soportando torturas.
El ser humano es una existencia libre para decidir si sus actos los realiza en base al deseo y a la elección. La forma de su elección depende de dos asuntos: interno y oculto; es decir, las tendencias y las visiones. Estas tendencias y visiones en sí se dividen en dos grupos: tendencias y visiones instintivas no adquiridas e involuntarias y, tendencias y visiones adquiridas y voluntarias. El primer grupo, se encuentra en forma pasiva dentro de cada ser humano, y para mostrarse necesitan de atención y desarrollo. Pero el segundo grupo, se obtienen a través de la elección del mismo ser humano, o a través del medio ambiente y por medio de la educación y herencia son transmitidas a éste. Las tendencias instintivas son tales como las tendencias del ser humano hacia la búsqueda de la verdad y la curiosidad, las tendencias hacia las bondades y lo bueno, y la tendencia de éste hacia una criatura superior. Entonces los conocimientos instintivos, son aquellos que se exponen en moldes de bondad y maldad racional, tales como conocer las bondades de la justicia, veracidad y cumplimiento de un pacto, y el conocimiento de las maldades, opresión, mentira y rompimiento de un pacto. Estas tendencias y visiones instintivas son las excitaciones originales del ser humano hacia la obtención de visiones y tendencias adquiribles y sus demás actividades. Pero si se equivoca en distinguir entre la verdad y la realidad, y la distinción entre los ejemplos buenos, perfectos y bellos, no llegará a su felicidad verdadera, en cualquier caso, si puede pensar y elegir correctamente, esos motores estimulantes y estas actividades, elecciones y tendencias elegibles correctas pueden proveerle la felicidad del mundo y la otra vida. Los Profetas vinieron para obsequiarle este poder, para distinguir lo correcto, guiarlo para inclinarse y elegir en forma correcta, guiarlo y ayudarlo para que alcance la felicidad del mundo y la otra vida, en especial porque la mayoría de los seres humanos sus deseos y sentimientos dominan sobre su razonamiento y previsión.
La tendencia hacia la espiritualidad –como un acto voluntario del ser humano– tampoco se encuentra exenta de esta regla; es decir, es posible que su origen sea la investigación, la reflexión y la meditación, o la estimulación de los sentimientos. En el primer caso esa inclinación será filosófica o teológica, y en el segundo vulgar, y como se dice “tendencia hacia la espiritualidad sentimental”. Se supone también un tercer caso, y este es que estas dos se junten, y el centro del corazón y el de la razón también se unan, y no que se separen ni desunan. Y esta unión provoque inclinación hacia la religión, la fe y la espiritualidad, que ésta es una tendencia mística.[1] Esta es esa misma inclinación real hacia la espiritualidad llamada “tendencia hacia la espiritualidad real”.
En el primer caso, cuando el “conocimiento” sea sólo estimulante, careciendo de una explicación racional filosófica en un mandato de los mandatos Divinos –ya sea que ese mandato sea en la creación y formación, o en la legislación–, y también en caso de la dominación de los deseos concupiscentes y los deseos animales, dejará a un lado el conocimiento y no quedará fiel a él, y en caso necesario mantendrá su conocimiento oculto, o posiblemente también lo negará. Tal y como el Faraón que el Sagrado Corán a su respecto dijo: «Cuando llegaron a ellos Nuestras señales esclarecedoras dijeron: “Esto es magia manifiesta (y no un milagro de Dios)” Y las negaron, a pesar de la certeza de sus almas, con opresión y altivez».[2]
El segundo grupo se asemeja a una pajita que flota sobre el agua y se mueve por medio de la corriente de la sociedad y del medio ambiente, siguiéndola en sus curvas y giros, y con sus cambios se revuelca. Para este grupo no se asegura ninguna firmeza en sus pasos ni en su corazón; tal y como alguien que dependiendo donde se encuentra –por cualquier causa– llora en una reunión de luto del Señor de los Mártires (Imâm Husaîn a.s.) y al estimular sus sentimientos –no por amor ni amistad hacia el wilâîah– llora al igual que la lluvia de primavera, es posible que si unos momentos después llega a una reunión en la que sin ninguna restricción cada cual se contamine con placeres ilegales, él también se comporte como los demás y corrompa.
Aquel que para llegar al gobierno y al califato, mostró fe y ser musulmán, o para obtener el botín de guerra y presos (esclavos y esclavas) participó en la guerra, al llegar a su propósito pierde su religión y fe, y con dificultad se ofrece en el sendero de Dios y cumple con la religión.[3] Así para llegar a sus propósitos y proteger su jerarquía se refugia en cualquier sendero y medio ilegal, sin conocer ninguna frontera ni límite. Entonces la fijación del segundo grupo en la fe y en la espiritualidad depende, por una parte, de la provisión de las ganancias mundanales de ellos y, por otra parte, de que no sufran pérdidas y, por una tercera, depende de la consistencia de la situación de la sociedad, de lo contrario fácilmente dejan a un lado su religión.
Explicado de otra manera, la gente por tender hacia la otra vida, la espiritualidad y el culto, se divide en tres grupos:
(a) Un grupo por temor al Infierno y a las perdidas del mundo que Dios los había amenazado con el Fuego, y por medio de los Profetas los había atemorizado por los castigos, adora a Dios, es obediente y tiene fe en la Ira de Dios y en el día de la Resurrección; la infalibilidad de la Profecía y el Imâmato fueron sus respaldos, y su fe fue por conocimiento y sabiduría, o por devoción sincera, no por una simple imitación ciega que según lo explicado por el Imâm ‘Alî (a.s.) el culto y la devoción de ellos es en forma de “esclavitud”, esto es, son obedientes para alejar el castigo.
(b) El grupo que por avidez del Paraíso y llegar a las promesas Divinas en el mundo y la otra vida, tiende hacia la espiritualidad y la religión, su respaldo es la fe en lo oculto y su conocimiento sincero, no por imitación ciega. Este grupo también su devoción es por sus propios intereses. Y según lo que explica el Imâm ‘Alî (a.s.) su culto es en forma de “comercio” y trabajan y se esfuerzan hasta obtengan una remuneración según la promesa Divina.
(c) El tercer grupo por introspección, reflexión, clarividencia y agradeciendo al Benefactor, espera encontrar al verdadero Amado y Venerado. Este grupo es devoto y se muestra humilde y obediente ante las órdenes y lo que Dios espera del siervo. Ellos son aquellos que según lo explicado por el Imâm ‘Alî (a.s.) son los “libres” de su cuerpo y de los beneficios mundanales y del otro mundo. Se han alejado de “sí mismos” y del “egoísmo” y unido a Dios. Y según lo explicado por los místicos se “ofrecen a Dios”, sin tomarse en cuenta a sí mismos, a sus pérdidas ni a sus ganancias. Entonces para desechar las pérdidas o atraer y obtener las ganancias, van en busca de la obediencia y de la espiritualidad. En la cultura islámica y coránica estos tres grupos –con diferencia en rangos, grados, dirección longitudinal y anchura– poseen una tendencia hacia la espiritualidad real, en caso de que los signos que a continuación se mencionan hayan surgido y se haya mostrado en ellos, y hayan pasado la prueba. Es evidente que estos tres grupos no tienen un mismo rango, y el rango del tercero es incomparable con el de los otros dos grupos.[4]
En el Sagrado Corán se han mencionado algunos signos para la tendencia hacia la espiritualidad real, como por ejemplo:
(1) Dejar de pecar y realizar las obligaciones en forma constante.[5] (2) Fe acompañada de buenos actos.[6] (3) Corregir las creencias y dejar de atribuir actos inapropiados e impropios a Dios, tal y como: tener un hijo, o la emanación de actos inadecuados por parte de Dios, o el que los ángeles sean las hijas de Dios, o sean considerados sus socios.[7] (4) Sea placentero para él recordar al amado (Dios), recitar aleyas del Corán y participar en las reuniones espirituales, y al ver el pecado y a los pecadores les provoque molestia y tristeza.[8] (5) Las dificultades y las catástrofes del mundo no lo hacen flaquear ni lo llevan hacia la incredulidad, sino que con esperanza y resignación en Dios, lo esperan, él va en busca de la solución de las dificultades, y recordando a Dios encuentra tranquilidad.[9] (6) A ningún influyente lo considera en su efecto independiente de Dios y todos los actos –tanto naturales como humanos– los considera agentes de Dios, mientras a todos los considera dependientes y amparados en Dios.[10] (7) Si en los casos de la aparición de campos para pecar y rebeliones, tales como: obtención de un puesto, de bienes materiales, la preparación de un campo para disfrutar los placeres prohibidos, se restringe a sí mismo y controla, o a través del yihâd akbar (gran lucha santa) mata su alma concupiscente y controla sus deseos.[11] (8) No se siente por haber perdido las riquezas, los hijos, la vida en el sendero de Dios, y obtiene el mundo y lo que existe en este no causa que deje de ser siervo de Dios.[12] (9) No pone pretextos y con completo consentimiento obedece lo ordenado por Dios, por el Profeta (s.a.w.) y por el Imâm (a.s.), y no se molesta con aquellos asuntos que en su corazón no conforman con su gusto y deseo.[13] (10) Obtener y distinguir las inspiraciones Divinas, las atenciones y los favores de Dios, así como llegar a la vida pura.[14]
Distinguir la espiritualidad sentimental e inconstante de la espiritualidad real, su protección y continuación, necesita de deseo y una resolución firme, así como de mucha paciencia y tolerancia, en especial en esta época en la que todos los factores sociales y universales se han unido para separar al ser humano de la religión y de la espiritualidad, para hacerlo un esclavo de los devoradores del mundo y de los arrogantes.
Sin embargo debe ponerse atención en que el ser humano, es la única criatura que no sólo tiene el poder para nadar en contra de la corriente del río, sino que puede cambiar el curso del movimiento de la sociedad y del Universo, y al menos tiene el poder para protegerse a sí mismo en las en las más difíciles condiciones y mientras el acto sea más difícil para él su valor y recompensa serán mayores.
De cualquier manera, cada ser humano se conoce mejor a sí mismo que los demás, y conoce su corazón, sus tendencias y sus visiones mejor que cualquier otro. Es posible que en el momento de calcular, sea tolerante y no se fije en sus malicias, o eche la culpa a otro. También es posible que siga en su corazón lo contrario de aquello que muestra aparentemente de sí mismo; entonces deberá para sí mismo ser más compasivo y pensar en su salvación del desastre, y alcanzar la felicidad eterna, a través de la adquisición del conocimiento Divino y de la realización de actos buenos, de tener una moral digna invocando y recurriendo a los de la familia de los Inmaculados y Purificados, para que lo protejan con resolución firme y le ayuden a avanzar hasta llegar a la cima de su propósito.
Fuentes para mayor estudio:
1. La vida mística del Imâm ‘Alî (a.s.), ‘Abdul.lah Ÿawâdî Âmulî, pp.15 y 33.
2. Los grados de la moral en el Corán, ‘Abdul.lah Ÿawâdî Âmulî, pp.227 y 249.
3. La gnoseología en el Corán, ‘Abdul.lah Ÿawâdî Âmulî, pp.277 y 315.
4. La imagen y conducta del ser humano en el Sagrado Corán, ‘Abdul.lah Ÿawâdî Âmulî, pp.153 y 255.
5. El espíritu innato en el Corán, Abdul.lah Ÿawâdî Âmulî, pp.227 y 249.
6. Las Sabidurías del Sagrado Corán, Misbâh Ÿazdî Muhammad Taqî, t.3, pp.421 y 442.
7. La moral en el Corán, Misbâh Ÿazdî Muhammad Taqî, t.1, pp.110 y 174.
8. El autoconocimiento para la autoformación, Misbâh Ÿazdî Muhammad Taqî.
[1]– Nota: es posible que un grupo con pretensiones sufís y místicas nunca tengan ninguna tendencia hacia la espiritualidad y simulen ser partidarios del wilâîah y la religión, para obtener el mundo.
[2]– Sagrado Corán (27:13-14); (45:17); (7:175-176).
[3]– Sagrado Corán (9:87, 98, 119, 121); (33:16 y 20).
[4]– Ÿawâdî Âmulî. ‘Abdul.lah, La vida mística del Imâm ‘Alî (a.s.), pp.15 y 33; Misbâh Ÿazdî Muhammad Taqî, Las Sabidurías del Sagrado Corán, t.3, pp.421 y 442.
[5]– Sagrado Corán 6:82.
[6]– Sagrado Corán 31:13.
[7]– Sagrado Corán 31:13.
[8]– Sagrado Corán (8:2); (39:23); (23:60).
[9]– Sagrado Corán (13:28).
[10]– Sagrado Corán (12:106).
[11]– Sagrado Corán (14:27); (40:51); (2:250).
[12]– Sagrado Corán (57:23).
[13]– Sagrado Corán (4:65); (33:36).
[14]– Sagrado Corán (29:69).