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‘Alî (a.s.) en el tercer sermón del Nahÿul Balâgah habla acerca de la forma en que llegaron al califato los tres primeros califas antes de él, y este sermón fue conocido como Shiqshiqi-ya (el gruñido de un camello) empleando las palabras de este honorable (al final del sermón).
El sermón de Shiqshiqi-ya comprende las quejas del Imam ‘Alî (a.s.) respecto al califato y a su tolerancia ante la pérdida de éste, y después habla del pacto de la gente con él. En la respuesta detallada puede encontrar más explicación en cuanto a este sermón.
El tercer sermón del Nahÿul Balâgah que es famoso como el Sermón de Shiqshiqi-ya comprende las quejas del Imam ‘Alî (a.s.) respecto al califato y a su tolerancia ante la pérdida de éste, y después habla del pacto de la gente con él.
Este honorable en este sermón dice:
“Sabed, ¡por Dios!, que él (Abu Bakr) se invistió con el califato sabiendo que el mismo me correspondía y que yo era indispensable para él (como el eje de una rueda de molino). Como una gran montaña, los manantiales fluyen desde mis laderas y las aves no se atreven a sobrevolar mi cumbre, incapaces de alcanzar tales alturas. Más cuando vi lo ocurrido, cerré mis ojos y me hice a un lado, abandonando el asunto (por el bien del Islam y la integridad de la comunidad). Estaba ante dos alternativas: combatir luchando solo, sin ningún respaldo, o soportar pacientemente la pena de este mundo, en medio de una tiniebla cegadora, bajo el dominio de la prueba. Una prueba que hace que los ancianos pierdan vitalidad, los jóvenes envejezcan y el creyente permanezca cautivo en las garras del dolor hasta el encuentro con su Señor. Finalmente concluí que la resignación era el curso de acción más prudente. Entonces, soporté todo pacientemente mientras mis ojos eran aguijoneados y mi garganta se anudaba al ver mis derechos saqueados.
Por fin el primero emprendió su partida por el camino que todos debemos transitar. Pero antes le entregó su lugar a otro (a Ibn Al Jattab) para que lo ocupe después de él.
Aquí el Imam Alí -P- citó un verso del poema de A’sha el cual dice así:
“Existe gran diferencia entre mi ayer y hoy / hoy estoy triste y ayer feliz y victorioso”
¡Qué extraño! Aquel que durante su vida pretendió no querer este asunto (el califato), cuando le llega el momento (de la muerte), lo deja a otro (como si fuera un bien que le pertenecía y sobre el cual tenía el derecho de legarlo según su voluntad). Entre ambos lo tomaron, lo golpearon en el pecho y ordeñaron con fuerza sus ubres (como a una camella), extrayendo cada uno su parte.
Luego (el primero) lo dejó a alguien cuya naturaleza era ruda y agresiva, que cometía incesantes errores y continuamente tenía que disculparse. La situación fue llevada a tal grado de vileza que quien tomase las riendas del gobierno estaría igual a quien monta una camella terca: si quiere controlar al animal, debe tirar con fuerza las riendas lastimándole la boca, y si lo deja marchar en libertad, conduce al jinete a su caída y aniquilación.
¡Juro por Dios que por tales circunstancias, la gente se vio atrapada por la falta de equilibrio, la rebeldía, la inestabilidad y los cambios caóticos! Al ver tal situación, decidí ser paciente y tolerante, aunque su estado se prolongase demasiado y su pena y dolor fuesen muy intensos
Esta situación continuó hasta que él (el segundo califa) también siguió su camino (partiendo de este mundo). Pero antes de hacerlo, colocó al califato en manos de una asamblea consultiva de la cual me nombró como uno de sus miembros. ¡Me refugio en Dios de dicha asamblea! ¿Acaso alguna vez se dudó (de mi superioridad), al compararme al primero de ellos (al primer califa), como para colocarme ahora al nivel de estos (que fueron nombrados para esta asamblea)? Pero (por el bien del Islam), me senté cuando ellos se sentaron y me puse de pie cuando ellos lo hicieron. Uno de ellos me dio la espalda por el odio que me tenía y otro prefirió el parentesco a la verdad, eligiendo a su cuñado sobre los demás. Y ocurrieron otras cuestiones que no es pertinente mencionar.
Esto continuó hasta que el tercer califa se levantó (alcanzando el poder), mientras su vientre se había engrosado de tanto comer. Su único interés era acumular y devorar la hacienda pública. Sus parientes paternos (los Omeyas) se levantaron a su lado y, como un camello hambriento que llega a los pastizales en primavera y come todo lo que puede con una avidez impresionante, ellos se ocuparon de devorarse los bienes de Dios (el Tesoro público). Finalmente todo lo que tejió (para fortalecer su califato) se convirtió en algodón (desarmándose). Su comportamiento destruyó sus esfuerzos y su voracidad por reunir los bienes públicos y su gula desmedida lo llevaron a la aniquilación.
Nada me preocupó tanto como ver a la gente abalanzarse hacia mí como la crin de una hiena, densa y compacta, desde todas direcciones. La multitud era tal que Hasan y Husayn (a.s.) estuvieron a punto de ser aplastados. La gente presionó mis costillas en tal forma al grado de sentir un gran dolor. Ellos rasgaron en dos mi capa. La gente me rodeó como un rebaño de ovejas (amenazada por los lobos que se arrima a su pastor). Pero luego, cuando inicié mi mandato y puse en vigor los asuntos del califato…”.[1]