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La prisa e impaciencia son de los asuntos han prohibido en las enseñanzas religiosas, y el propósito de esto es una acción temprana en la realización de los actos, mientras que existe diferencia entre “precipitación” con “velocidad” y “acción en su momento”. Velocidad o dar prisa es aquello que el ser humano después de haber alistado los preparativos y las condiciones necesarias, sin perder tiempo y comienza de inmediato a realizar los trabajos. Ante el vocablo prisa se encuentra el vocablo “no meter prisa” y “lentitud” que significa no apresurar y obrar con reflexión desde todas las perspectivas del acto.
Considerar los efectos nocivos, los defectos de la prisa y el valor de obrar con reflexión y tolerancia, que es de las especialidades de los Profetas y de los benevolentes, provoca que los seres humanos no realicen ningún acto a menos que reflexionando y con respiro, respetando en todas las posturas la calma y quietud. Y puesto que durante un tiempo actuó así –aunque con dificultad– esta postura se convertirá en una costumbre para él, terminando en él el atributo de prisa y apareciendo en él el sosiego y la tranquilidad.
La prisa y la impaciencia son considerados temperamentos desagradables que se muestran en formas diversas en la conducta de los seres humanos, bajo este significado que el ser humano comienza a realizar un acto antes de alistar los preparativos para éste, un acto que su resultado no será otro más que la derrota o su realización en forma incompleta. Esto es similar a que el ser humano recoja la fruta del árbol antes de que madure y antes de que pueda ser consumida, acto que su resultado es la pérdida de la fruta o la mengua de sus beneficios. O siembre antes de preparar el campo que su resultado es la pérdida de las semilla o la disminución del producto.
El Imam ‘Alî (a.s.) dijo: “Aquel que recoja la fruta antes de que madure, es similar a alguien que eche sus semillas en un campo inadecuado (como una salitrera –una persona así desperdició su fuerza y su capital sin obtener ninguna ganancia)”.[1]
La experiencia, el intelecto y la religión opinan lo mismo respecto a la fealdad, nocividad y prohibición de la prisa, y la reprochan. Râqib Isfahanî considera al capricho como el origen de la impaciencia, y valora este mismo asunto como la causa de la prohibición de ésta en el Corán.[2]
El Imam ‘Alî (a.s.) consideró a la impaciencia como resultado de la torpeza, dijo: “La impaciencia antes de la posibilidad (de realizar un acto) es (el proceder) de los estúpidos”.[3]
El gran Profeta (s.a.w.) también explica al origen de obrar con reflexión y prisa de la siguiente manera: “Reflexionar es un acto Divino y la prisa es un acto diabólico”.[4]
Considerar las consecuencias nocivas de la prisa provoca que nos alejemos de este atributo, y que coloquemos a la tranquilidad y serenidad que son el punto contrario como modelo de nuestra vida.
Resultado de la impaciencia
Las particularidades diabólicas en forma definitiva son corruptoras y dañinas, y cualquiera de éstas además de que por sí mismas son malas y reprochables, provocan también consecuencias irrazonables incrementando su fealdad. Por ello a continuación presentamos algunos efectos de la prisa mencionados en los dichos del Imam ‘Alî (a.s.):
1. Arrepentimiento: «إِيَّاك وَ الْعَجَلَ فَإِنَّهُ عُنْوَانُ الْفَوْتِ وَ النَّدَم» –“Aléjate de la impaciencia que es el inicio de la pérdida (la oportunidad) y el arrepentimiento”.[5]
Los actos que se inician sin reflexionar, pensar ni cavilar, en forma general terminan en fracaso y mal resultado, ocasionando el arrepentimiento. Por esta misma causa el ser humano pierde las oportunidades valiosas así como las posibilidades de realizar nuevamente los actos.
2. Infortunio: «قَلَّ مَا تَنْجَحُ حِيلَةُ الْعَجُولِ» –“Sucede muy poco que la administración del impaciente triunfe”.[6]
La prisa y la impaciencia provocan que las personas no calculen todas las perspectivas de un acto y como consecuencia pierdan algunos de los medios del éxito, y en conclusión no lleguen a obtener la victoria deseada quedando privadas de ella.
3. El deslice y la ruina: "كَثْرَةُ الْعَجَلِ يُزِلُّ" –“La impaciencia en demasía provoca el deslice del ser humano”. [7] Y "قَلَّ مَنْ عَجِلَ إِلَّا هَلَك" –“Pocos son los impacientes que no caen en la ruina”.[8]
La falta de administración y el apresuramiento en muchos de los asuntos provoca que el impaciente no vea algunos de los obstáculos y lugares de deslice, y cuando actúa se vea atrapado por estos. En conclusión resbale y caiga en la perdición que lleva al Infierno.
4. Tristeza y dolor: «الْعَجَلُ قَبْلَ الْإِمْكَانِ يُوجِبُ الْغُصَّة» –“La impaciencia antes de la posibilidad (de un acto) provoca tristeza”. [9]
La alegría y frescura son de las necesidades de la vida del ser humano, y con tristeza y pena (sin causa) la persona no podrá llegar a su meta, ni tampoco deberá con sus propias manos convertir en tristeza a la alegría y frescura de la vida.
El Imam ‘Alî (a.s.) menciona otras consecuencias para la prisa, pero para abreviar evitamos mencionarlas y sólo lo invitamos a que estudie el capítulo existente en la obra “Gurar Al-Hikam” sobre este mismo tema.
Tal y como se mencionó el punto contrario de “dar prisa” es “no meter prisa” y “lentitud”, es decir obrar con reflexión, y realizar un acto reflexionando y analizando todas sus perspectivas.
En una narración del Profeta de Dios (s.a.w.) dice: “La prisa hace que la gente caiga en la perdición, si la gente actuase con un poco más de reflexión nadie caería en ésta”.[10]
De esta narración se deduce que la mayor pérdida que tienen las personas es resultado de la prisa.
En este mismo campo el Imam Sâdiq (a.s.) dijo: “Aquel que realice un acto en un momento inadecuado, su terminación será también en un momento inoportuno”.[11]
De lo mencionado concluimos que el sendero de la felicidad es aquel que el ser humano en cada acto que inicia lo hace con la máxima exactitud y consciencia, y lejos de cualquier prisa analiza sus perspectivas evitando cualquier juicio previo y precipitado. El medio para curar la precipitación es recordar las pérdidas indicadas, y después recuerden los valores y las bondades del punto contrario, es decir el sosiego y la tranquilidad que son especialidades de los Profetas y benevolentes, luego decida no realizar un acto a menos que sea con reflexión y pensamiento, sin perder nunca ni en ninguna situación la paciencia y tolerancia. Después de que la persona con molestias y esfuerzos actuó durante un tiempo en esta forma, el sosiego y la tranquilidad se volverán su costumbre quedando lejos de ser un apresurado.
Para finalizar, un punto que es necesario considerar es que la precipitación, con velocidad y realización a tiempo es diferente.
Velocidad o dar prisa es aquello que el ser humano después de haber alistado los preparativos y las condiciones necesarias, sin perder tiempo comienza de inmediato a realizar los trabajos. Por ello fue recomendado por los Inmaculados el uso de las oportunidades en los buenos actos:
1. Profeta de Dios (s.a.w.): “Valora cinco cosas antes de valorar otras cinco, tu juventud antes de la vejez, tu salud antes de la enfermedad, tu riqueza antes de la pobreza, tus oportunidades antes de las inconveniencias, tu vida antes de la muerte”.[12]
2. Imam ‘Alî (a.s.): “Las oportunidades se escaparán al igual que el pasar de las nubes”.[13]
3. Imam ‘Alî (a.s.): “La obra con reflexión es loada en cualquier acto, a excepción en los buenos actos”.[14]
4. Imam Bâqir (a.s.): “Cuando decides realizar un buen acto realízalo de inmediato puesto que desconoces lo que sucederá después”.[15]
5. Imam Sâdiq (a.s.): “Aquel que decide realizar un buen acto deberá apresurarse y no dejarlo para después, puesto que el creyente en ocasiones realiza buenos actos que Dios en respuesta a ellos dice: “¡Te he perdonado, y pasaré también por alto tus equivocaciones venideras”.”[16]
[1]– Nahÿul Balâgah, p.52, sermón 5.
[2]– Râgib Isfahânî Husayn Ibn Muhammad, Al-Murfadât fi Garîb Al-Qurân, p.548.
[3]– Âmadî ‘Abdu Al-Wâhid, Gurar Al-Hikam, p.266.
[4]– Tabarsî ‘Alî Ibn Hasan, Mushkatu Al-Anwâr, t.1, p.334.
[5]– Gurar Al-Hikam, p.267.
[6]– Ídem.
[7]– Ídem.
[8]– Ídem.
[9]– Ídem.
[10]–Burqî Ahmad Ibn Muhammad, Al-Mahâsin, p.215.
[11]– Sadûq Muhammad Ibn ‘Alî, Al-Jisâl, t.1, p.100.
[12]– Tûsî Muhammad Ibn Hasan, Al-Amâlî, p.525.
[13]– Gurar Al-Hikam, p.473.
[14]– Ídem.
[15]– Kulaînî Muhammad Ibn Ia’qûb, Kâfî, t.2, p.142, h.3.
[16]– Ídem, h.6.